Esta ponencia pretende destacar las
coordenadas de la época actual, época que si bien por un lado ha posibilitado
grandes avances para la humanidad, sobre todo en materia de salud, democracia y
tecnología, por otro lado ha dado lugar a cambios en la organización social y a síntomas
sociales, que la ficción del mercado ha desencadenado, unido a los
descubrimientos de la ciencia. Dichos cambios
se tornan sorpresivos y vuelven inoperantes las formas de abordaje
tradicionales, obligando a interrogarse y proponer nuevas formas de tratamiento
que la época exige.
Hace varias décadas la preocupación era cómo
levantar las prohibiciones, hoy la pregunta vigente es qué ley puede venir a
contener la desorientación y el desorden de la época.
Me abocaré en este artículo a la cuestión desde lo que consideramos ley
para el psicoanálisis. Si bien la ley que rige para la vida ciudadana es
universal, el modo de subjetivarla es particular de cada sujeto
La palabra ya no es lo que era, ya no es ley,
es la época del Otro que no existe. Época
del Uno sin lazo al Otro, los ideales ya no ordenan. El relativismo que la
ciencia ha demostrado ha hecho caer las verdades absolutas, lo que ha dado
lugar a que si no hay verdades todo
valga, predominando un discurso que promueve la búsqueda de la libertad y la
satisfacción absoluta, que todo se diga y se muestre.
Paradójicamente encontramos un sujeto
insatisfecho y desorientado. La armonía entre el sujeto y el lenguaje es
borrada y son más bien los embrollos los que se manifiestan, dando lugar a “Uno
solo que habla para sí con la pulsión”, sin
tener en cuenta al Otro. La existencia del Uno sin lazo al Otro, funda el
individualismo contemporáneo.
Mundialización e inexistencia del Otro van
juntos. Lo que se ordenaba según las leyes de la palabra se encuentra
degradado. No hay lazo social más que el determinado por la relación a la
propia satisfacción. Gozar mejor y más rápido, frenesí de consumo y de éxito. Prevalece entonces el autismo del goce con un horizonte a-social.
Los sujetos se encuentran entre la angustia y
el aburrimiento y en ese sentido la relación entre los sexos devendrá cada vez
más imposible.
Uno solo comandado por la búsqueda de
satisfacción ilimitada será el estándar hipermoderno y sus efectos: adicciones,
acumulación de riquezas, el mercado del arte de lo obsceno, pantallas
multiplicadas donde los sujetos son manipulados a voluntad.
¿Qué ley puede venir a contener el desorden
de la época desencadenado por el discurso del capital y de la ciencia?
Situar la ley en el discurso de la ciencia
quiere decir que la ley está inscripta en relación a las modificaciones que la
ciencia ha introducido en el modo de relación de los hombres entre sí.
La ciencia separa al sujeto de la pregunta
por su ser, universalizándolo. El sujeto
no es susceptible de culpa alguna, sin la mediación de la culpa establece una
conexión con el goce, con la satisfacción sin barreras. Pone el deseo al
servicio de la producción y consumo de objetos supuestos de satisfacer la falta
humana.
Objetos nuevos es el imperativo de la época.
Renovar, es una serie infinita. En esta abundancia sin límites para satisfacer
la falta no logramos la satisfacción prometida sino el hastío.
La relación entre los semejantes no necesita
pasar por el Otro de la ley, que ya no exige la renuncia a la satisfacción
pulsional, “tú tienes derecho a gozar sin
que nada ni nadie te lo impida”, todo está permitido, empuje al abismo del
goce sin mediación simbólica.
¿Cuáles son las consecuencias de este nuevo
orden sobre el Estado, el orden social y el sujeto?
En relación al Estado la ley ha perdido su
rigor formal. La ley está a merced del intérprete, se puede como con todos los
objetos del mercado, negociar, intercambiar, etc…
Por otra parte una sociedad que reposa en los
lazos al semejante y no al Otro, no tiene la fuerza de la cohesión sino la tendencia
a la agresividad. Anorexia, toxicomanías depresión, ataques de pánico,
violencia, son las nuevas formas del síntoma efectos del discurso capitalista.
En cuanto al sujeto, dejarlo sin ley es
someterlo al desamparo y la insatisfacción que no es lo mismo que el deseo. Los
contratos reemplazan la ley por falta de respuesta de la misma, quitándole la
función de regulación, orientadora y generadora del deseo.
La multiplicidad inconsistente, el no-todo de
lo ilimitado, la ley de hierro del mercado, reemplazaron al orden simbólico.
Lacan desde su teoría llamó declinación de la
autoridad paterna al más allá del Nombre del Padre, para designar una época en
la cual el significante Amo, de la ley, del orden, había sido sobrepasado. En
1972 llama a este nuevo orden discurso capitalista, producción de saber sin
amo, al que nada puede detener. Hoy es
la dimensión de lo imparable lo que hace causa al malestar contemporáneo.
J.A. Miller en Una Fantasía nos dice que si hoy estamos sin brújula, ¿estamos sin
embargo sin discurso? El analista no
tiene que ser nostálgico del Nombre del Padre. Por muy imposible que sea su
posición, no puede estar a contrapelo del cambio en la civilización. La
inconsistencia del Otro es más bien la que tiene que hacer soportar.
¿Cómo el síntoma analítico podrá responderle
al síntoma de la ciencia? Si la relación
de los sujetos al goce hace a partir de ahora a los Unos disjuntos ¿cómo hacer
existir la relación simbólica? ¿Cómo el derecho podrá responder y legislar las nuevas formas que la ciencia
ha generado?
Hay un irreductible que atraviesa las épocas
y genera malestar, a ese irreductible Freud lo llamó pulsión de muerte que hace
del hombre el lobo del hombre (Hobbes). Cada época intentó una forma de
tratamiento, los intentos de regulación diferentes en cada época no fueron del
todo exitosos, el fracaso corrobora su insistencia.
Si admitimos que el psicoanálisis trabaja en
relación a un imposible de simbolizar, el analista está en el lugar de ese
fracaso que es la manifestación de la relación a ese imposible, un real sin ley.
La
contingencia del éxito en psicoanálisis no invalida la ley del fracaso, más
bien es su demostración.
Al
discurso capitalista que anula el lazo social se le opone el discurso analítico
que hace lazo y rescata al sujeto como subjetividad y singularidad,
permitiéndole lograr una invención que funciona como ley singular,
permitiéndole saber arreglárselas con ese imposible, real sin ley, con el goce
en exceso al que lo empuja el mercado con su imperativo de consumo instalando
solo vacío, desorientación y angustia.
Estos encuentros y las conversaciones que
devengan intentan abrir a todos los que
formamos parte de la época, interrogantes y propuestas que posibiliten un tratamiento del malestar
actual, impasse ético al decir de J.A. Miller, y de los síntomas que genera en
el ámbito del derecho, la familia, la educación, la salud y las coordenadas de
la época, tanto en lo institucional como en lo personal.
Notas:
El presente trabajo fue realizado por la Lic. Mabel Andrawos, quien fuera nuestra Asesora del IOM CID Sgo. del Estero. Docente del IOM. Miembro de la Escuela de Orientación Lacaniana (EOL) y de la Asociación Mundial de Psicoanálisis (AMP). Psicoanalista del medio local.
La ponencia fue realizada en el Ciclo de conversaciones, 2011: LA PALABRA YA NO ES LO QUE ERA -El órden simbólico y el debate contemporáneo- ¿Qué consecuencias en el tratamiento de los síntomas de la época? en Santiago del Estero.