> El hombre, la mujer - El amor* > Por: Patricia Soto


"Puedo amar a rubias y a morenas, a la que finge la abundancia y a la que esconde la indigencia; a la que prefiere la soledad, a la que cree, y a la que duda; a la que siempre llora con ojos como esponjas, y a la que es corcho seco y nunca llora. Puedo amarla a ella, y a ella, y a ti, y a ti; puedo amar a cualquiera que no sea verdadera"
El Indiferente
John Donne.

Orientados por las enseñanzas de Jacques  Lacan ubicamos  dos lugares posibles para la posición sexuada de los seres hablantes: la posición masculina con   un goce localizado, circunscripto por la lógica fálica. Y la posición femenina en la cual encontramos   la presencia de un goce no todo situado del lado del falo, un goce suplementario por fuera de esta  regulación fálica que no tiene una localización precisa,  un goce infinito.
Jacques Alan Miller en su Seminario "De la naturaleza de los semblantes" dice sobre la función del semblante, que esta consiste en hacer creer que hay algo allí donde no hay, por lo que la fórmula de Lacan no hay relación sexual, - no hay relación de complementariedad entre los sexos - implica que a nivel de lo real sólo hay semblante.

No hay relación sexual. La mujer no existe, formulaciones lacanianas que orientan nuestra práctica analítica. 

La mujer no existe, no hay un significante que pueda decir que es la mujer. Una mujer se va a definir por lo tanto,  una por una en su singularidad, en relación al modo en que se las arregló con su posición respecto a la lógica fálica: "…a rubias y a morenas, a la que finge la abundancia y a la que esconde la indigencia; a la que prefiere la soledad, a la que cree, y a la que duda; a la que siempre llora…. Puedo amarla a ella, y a ella, y a ti, y a ti", son estas algunas descripciones  de la mujer que nos hace  John Donne sobre la mujer posible de  ser amada.
Freud  sitúa a la mujer en tanto madre del lado del tener, mientras que con Lacan podemos reconocer, además,  a la verdadera mujer como la que se ubica del lado del no tener. “Las verdaderas mujeres, eso siempre tiene algo de extravío” nos advierte en su Seminario 5. Algo de extravío que puede llevar a algunas mujeres a cometer actos extremos, ilimitados; fuera del límite de la regulación fálica,  en muchos casos ante la pérdida del amor de un hombre,  tal como lo revela la clínica de la época.

Podemos  situar aquí -  desde el extravío que conlleva a la mujer su ubicación en el no tener y lo que deriva de la misma en el hombre -  la aclaración… advertencia… o resguardo de sí… de su tener que  haría el autor en el poema… "puedo amar a cualquiera que no sea verdadera".

En el seminario anteriormente citado, Miller destaca como en el hombre, particularmente en el obsesivo, “el amor desemboca en el odio,  por lo que implica de voluntad de castración” Mientras que “a la mujer le corresponde amar, el hombre sólo ama con la condición de reconocer que no tiene” y agrega “no tener que se traduce en una falta en ser”. De lo cual se desprende    que,  si la mujer como salida a su no tener  buscará ser el falo para el hombre al que dirige su amor o tenerlo vía este mismo hombre,  como  nos  enseña  Lacan, desde esta vertiente del amor, la mujer no sólo no encontraría  el significante que le diga que es ser una mujer sino que a la vez, podríamos pensar,  daría mayor  lugar a la aparición del odio.
Odioemamoramiento, neologísmo de Lacan que nombra la ambivalencia intrínseca entre estos  afectos.

Por lo que de este breve recorrido podemos deducir que si bien tanto desde la posición masculina como desde la femenina para poder amar es condición   asumir la falta – el no tener - dado que como Lacan lo define “amar es dar lo que no se tiene (el falo) a alguien que no lo es (el falo)”  cuanto más se espere  de esta asunción de la falta,  – en tanto  que esta, decíamos,  se traduce en una falta en ser – en mayor medida también tendrá lugar del lado hombre la dimensión del odio como defensa a la castración;  con sus consecuentes manifestaciones de agresividad hacia la mujer, podemos agregar. Fijándose  a la vez  la mujer, ya sea en su posición de estrago - como derivación de la relación con su madre – (en tanto esperó mayor subsistencia de esta que del padre) o en la posición histérica al continuar  esperando       un don del padre que resuelva su relación con lo femenino.  

Pero Lacan, además de enseñarnos  a reconocer tanto el amor como el odio como pasiones del ser - pasiones que derivan de la relación del sujeto en su falta en ser con el Otro al que se dirige en búsqueda de un significante que lo nombre, al cual se identifica -  también nos  muestra    que si del lado del Otro está el significante que nombra,  del lado del sujeto encontramos el goce pulsional. Goce   autoerótico, solitario, goce del S1, del significante amo   que comanda la vida de los  sujetos,   otros modos  de decir de la ausencia de relación sexual.
Ante esta disparidad entre los goces, ¿cómo se produciría el  buen encuentro entre los sexos? ¿Qué  haría de lazo posible  entre  un hombre y una mujer?  “El amor suple la ausencia de relación sexual”. Otra referencia de Lacan al amor es, “el amor permite al goce condescender al deseo” 
Contamos también desde la orientación analítica, con el síntoma,  con su uso   para   la clínica y como facilitador    del  lazo con el otro. Síntoma   concebido    como la manera particular de cada uno de gozar.
Siguiendo las últimas formulaciones de Miller a  la par del amor   como pasión del ser con su    contratara de odio,  podemos ubicar  el síntoma. El partenaire síntoma, partenaire entendido como alguien con quien el sujeto juega su partida. Sabemos desde Lacan que el sujeto juega su partida con el objeto a de su fantasma,  del cual el síntoma es su envoltorio. Partenaire síntoma,  lugar propuesto a ser ocupado por la mujer para quien se encuentra alojado en la posición masculina.   La mujer  como partenaire síntoma de un hombre propone Miller, lugar al que la mujer   podrá consentir o no;   ser como el síntoma, envoltorio del objeto a, plus de goce. El hombre también tendrá que consentir a creer en que la mujer tiene algo para decir del síntoma que los une. “Este algo para decir, lo encontramos en el fundamento del reproche femenino al hombre, hablemos más” y  Eric Laurent, en el seminario El Otro que no existe y sus comités de ética,   siguiendo a Lacan   precisa,  “creer en lo que ella dice se llama amor”. Este creer en la mujer  lo  diferencia Laurent  de creerla a la mujer, lo que implicaría ubicarla en el lugar de la mujer que no existe fijándola en el lugar del Superyo, con los efectos devastadores que esta localización conlleva para ambos.

Podemos pensar entonces, desde el psicoanálisis lacaniano,  que  un  encuentro   entre dos sexos  ubicados en    posición masculina   y   posición femenina, encuentro este siempre contingente,  que daría lugar a un lazo entre ambos estaría posibilitado a   partir de la concepción del  partenaire síntoma,  es decir desde    la manera singular de cada uno de gozar más allá del tú eres de la nominación, del narcisismo  o del goce de cada cuerpo que determina el aislamiento. Un lazo posibilitado por el modo particular que cada sujeto tiene de gozar, goce al que nos advierte Jacques A. Miller, “primero hay  que ponerlo en condiciones, peinarlo…. vestirlo, explicarle los buenos modales”. Recorrido al que nos invita la experiencia de un análisis.

 Patricia Soto
Instituto Oscar Masotta
CID Sgo del Estero

Bibliografía

Lacan, J. Seminario Aún. Paidós. Buenos Aires. 1985.
Miller, J.A. De la naturaleza de los semblantes. Paidós. 2002.
Miller, J.-A, El Otro que no existe y sus comités de ética, Paidós, 2005, Bs. As.
Alejandra Glaze y Leticia Acevedo (compiladoras) No locas-del-Todo. Grama 2012

* Publicado el Comunicarnos. Boletín Oficial del Colegio de Psicólogos de Santiago del Estero. Año XI Nº 11. Octubre 2012

>Políticas públicas para el cumplimiento de la ley 26.657. >Por: Lic. Inés Contreras de Magno.


Con el establecimiento de la Ley de Salud Mental 26.657 se pretende asegurar la protección de la salud mental de todas las personas. A partir de ella, surgen los siguientes interrogantes: ¿Cómo hacer circular la transferencia en una institución pública? ¿Cómo debe operar en la misma un psicoanalista para hacer un rescate de la subjetividad en una institución donde priman otros discursos? ¿De qué "demanda" se trata? 


En el capítulo I: Derechos y garantías de la Ley Nacional de Salud Mental   Nº 26657, su Artículo 1° dice: "la presente Ley tiene por objeto asegurar el derecho a la protección de la salud mental de todas las personas y el pleno goce de los derechos humanos de aquellas con padecimiento mental [...]"

Así, el tema de la salud mental es una preocupación moderna, una preocupación de los derechos humanos. Antes, en otras épocas lo que le preocupaba al amo clásico era la salud del rey, la salud del propio amo y con la salud del amo se garantizaba la salud del pueblo. Surge aquí la ambivalencia en la relación que tenían los amos con los médicos. Así los reyes cristianos tenían un médico árabe o judío, no sólo porque los médicos cristianos sabían poco, sino porque así podían matar al médico si fracasaba. Hoy se les hace juicio (2). Se introduce la ambivalencia de la transferencia con el médico, que siempre fue una relación apasionada.

Estas pasiones no han desaparecido en nuestro mundo laico. Así Jacques Lacan (1964) define el concepto de transferencia como la puesta en juego de la realidad sexual del inconsciente. Considero que la cuestión de la transferencia es el instrumento fundamental para llevar adelante un tratamiento, ya se trate de Instituciones Publicas o Privadas. Todo paciente busca en un Otro, un saber y el fenómeno de la transferencia nos lleva entonces hacia lo más arraigado del deseo de saber y que es el único terreno por el cuál se es médico: “la demanda del enfermo”(3). Sabemos desde el psicoanálisis que no siempre se trata en la “demanda” que lo saquen de su posición de enfermo…sino que lo dejen en ese lugar.

Es allí donde ha de advenir un psicoanalista que atraviese ese nivel explícito de la demanda de curación y haga emerger el nivel implícito de la misma y es en ese lugar el de la transferencia donde se dará la revelación,… y es que se trata de la relación con el “goce del cuerpo”.
Es en la institución psiquiátrica a donde llegan las demandas de terapéutica, donde el analista podrá verificar y materializar la apuesta del psicoanálisis aplicado. Es decir, aplicar el psicoanálisis allí donde operan otras terapias, las terapias farmacológicas, las terapias del yo, de restauración y aún aquellas que agregan un exceso de sentido con el riesgo de borrar el síntoma y aun el deseo del sujeto.

Intentamos como trabajadores de la salud mental no desistir y preservar el lugar para ingresar la demanda del que consulta, en la dialéctica de la cadena significante y articularlo a un discurso que lo lleva al saber sobre la causa de su malestar.
Sabemos que en las psicosis hay certeza de saber en el Otro y será en el caso por caso que el goce deslocalizado que invade al sujeto pueda crear un significante que lo organice, que lo estructure o ponga límite a su goce desamarrado.

También está la inclusión en los dispositivos en el Servicio de rehabilitación donde a través de las actividades creativas esté asegurado el reconocimiento de su subjetividad, la afirmación de su palabra o el establecimiento de un discurso que pueda producir un efecto de sujeción o de suplencia.
“El técnico o el profesional de la salud mental tiene estas posibilidades: ser sólo un agente de gestión en la relación de un sujeto con el otro social….ó  ser el agente del vínculo del sujeto con la causa de su sufrimiento y que por añadidura modificaría su posición en el lazo social (4)”.

Los profesionales de la salud mental hoy son contratados como psiquiatras, psicólogos, trabajadores sociales, etc. Pero esto no impide que cualquiera de ellos decida, con su deseo, instituir el dispositivo de la escucha,  y la creación del acto analítico si se trata de un psicoanalista.
En la tarea en las Instituciones tomo las referencias del capítulo de Clínica y política en el texto del Banquete de los analistas, de J. A. Miller donde dice que: “no se trata de transmitir el psicoanálisis sólo entre psicoanalistas, sino precisamente a aquellos que no lo son.”. Y también el decir del psicoanalista Germán García:…”que cada uno espere lo que desea, sin dejar de hacer lo que corresponda”


Citas bibliográficas:
(1) Psicoanálisis e Institución: una discusión – Monique Kusnierek y Eric Laurent
(2) Eric Laurent. Psicoanálisis y Salud Mental, editorial Tres haches, pág.  34.
(3) Jacques Lacan: Psicoanálisis y Medicina. Intervenciones y textos, pág. 91.
(4) Rivas Padilla, E. La transferencia en la institución, pag. 22-25

Autor: Inés Cristina Contreras
Lic. en Psicología.
Miembro de la Escuela de Orientación Lacaniana y de la Asociación Mundial de Psicoanálisis
Miembro del CID-Sgo. del Estero, Instituto Oscar Masotta
Docente de la Lic. en Psicología, Universidad Católica Santiago del Estero
Ex directora del Hospital Psiquiátrico "Dr. Diego Alcorta"