"Puedo amar a rubias y a morenas, a la que finge la abundancia y a la que esconde la indigencia; a la que prefiere la soledad, a la que cree, y a la que duda; a la que siempre llora con ojos como esponjas, y a la que es corcho seco y nunca llora. Puedo amarla a ella, y a ella, y a ti, y a ti; puedo amar a cualquiera que no sea verdadera"
El Indiferente
John Donne.
Orientados por las enseñanzas de Jacques Lacan ubicamos dos lugares posibles para la posición sexuada de los seres hablantes: la posición masculina con un goce localizado, circunscripto por la lógica fálica. Y la posición femenina en la cual encontramos la presencia de un goce no todo situado del lado del falo, un goce suplementario por fuera de esta regulación fálica que no tiene una localización precisa, un goce infinito.
Jacques Alan Miller en su Seminario "De la naturaleza de los semblantes" dice sobre la función del semblante, que esta consiste en hacer creer que hay algo allí donde no hay, por lo que la fórmula de Lacan no hay relación sexual, - no hay relación de complementariedad entre los sexos - implica que a nivel de lo real sólo hay semblante.
No hay relación sexual. La mujer no existe, formulaciones lacanianas que orientan nuestra práctica analítica.
La mujer no existe, no hay un significante que pueda decir que es la mujer. Una mujer se va a definir por lo tanto, una por una en su singularidad, en relación al modo en que se las arregló con su posición respecto a la lógica fálica: "…a rubias y a morenas, a la que finge la abundancia y a la que esconde la indigencia; a la que prefiere la soledad, a la que cree, y a la que duda; a la que siempre llora…. Puedo amarla a ella, y a ella, y a ti, y a ti", son estas algunas descripciones de la mujer que nos hace John Donne sobre la mujer posible de ser amada.
Freud sitúa a la mujer en tanto madre del lado del tener, mientras que con Lacan podemos reconocer, además, a la verdadera mujer como la que se ubica del lado del no tener. “Las verdaderas mujeres, eso siempre tiene algo de extravío” nos advierte en su Seminario 5. Algo de extravío que puede llevar a algunas mujeres a cometer actos extremos, ilimitados; fuera del límite de la regulación fálica, en muchos casos ante la pérdida del amor de un hombre, tal como lo revela la clínica de la época.
Podemos situar aquí - desde el extravío que conlleva a la mujer su ubicación en el no tener y lo que deriva de la misma en el hombre - la aclaración… advertencia… o resguardo de sí… de su tener que haría el autor en el poema… "puedo amar a cualquiera que no sea verdadera".
En el seminario anteriormente citado, Miller destaca como en el hombre, particularmente en el obsesivo, “el amor desemboca en el odio, por lo que implica de voluntad de castración” Mientras que “a la mujer le corresponde amar, el hombre sólo ama con la condición de reconocer que no tiene” y agrega “no tener que se traduce en una falta en ser”. De lo cual se desprende que, si la mujer como salida a su no tener buscará ser el falo para el hombre al que dirige su amor o tenerlo vía este mismo hombre, como nos enseña Lacan, desde esta vertiente del amor, la mujer no sólo no encontraría el significante que le diga que es ser una mujer sino que a la vez, podríamos pensar, daría mayor lugar a la aparición del odio.
Odioemamoramiento, neologísmo de Lacan que nombra la ambivalencia intrínseca entre estos afectos.
Por lo que de este breve recorrido podemos deducir que si bien tanto desde la posición masculina como desde la femenina para poder amar es condición asumir la falta – el no tener - dado que como Lacan lo define “amar es dar lo que no se tiene (el falo) a alguien que no lo es (el falo)” cuanto más se espere de esta asunción de la falta, – en tanto que esta, decíamos, se traduce en una falta en ser – en mayor medida también tendrá lugar del lado hombre la dimensión del odio como defensa a la castración; con sus consecuentes manifestaciones de agresividad hacia la mujer, podemos agregar. Fijándose a la vez la mujer, ya sea en su posición de estrago - como derivación de la relación con su madre – (en tanto esperó mayor subsistencia de esta que del padre) o en la posición histérica al continuar esperando un don del padre que resuelva su relación con lo femenino.
Pero Lacan, además de enseñarnos a reconocer tanto el amor como el odio como pasiones del ser - pasiones que derivan de la relación del sujeto en su falta en ser con el Otro al que se dirige en búsqueda de un significante que lo nombre, al cual se identifica - también nos muestra que si del lado del Otro está el significante que nombra, del lado del sujeto encontramos el goce pulsional. Goce autoerótico, solitario, goce del S1, del significante amo que comanda la vida de los sujetos, otros modos de decir de la ausencia de relación sexual.
Ante esta disparidad entre los goces, ¿cómo se produciría el buen encuentro entre los sexos? ¿Qué haría de lazo posible entre un hombre y una mujer? “El amor suple la ausencia de relación sexual”. Otra referencia de Lacan al amor es, “el amor permite al goce condescender al deseo”
Contamos también desde la orientación analítica, con el síntoma, con su uso para la clínica y como facilitador del lazo con el otro. Síntoma concebido como la manera particular de cada uno de gozar.
Siguiendo las últimas formulaciones de Miller a la par del amor como pasión del ser con su contratara de odio, podemos ubicar el síntoma. El partenaire síntoma, partenaire entendido como alguien con quien el sujeto juega su partida. Sabemos desde Lacan que el sujeto juega su partida con el objeto a de su fantasma, del cual el síntoma es su envoltorio. Partenaire síntoma, lugar propuesto a ser ocupado por la mujer para quien se encuentra alojado en la posición masculina. La mujer como partenaire síntoma de un hombre propone Miller, lugar al que la mujer podrá consentir o no; ser como el síntoma, envoltorio del objeto a, plus de goce. El hombre también tendrá que consentir a creer en que la mujer tiene algo para decir del síntoma que los une. “Este algo para decir, lo encontramos en el fundamento del reproche femenino al hombre, hablemos más” y Eric Laurent, en el seminario El Otro que no existe y sus comités de ética, siguiendo a Lacan precisa, “creer en lo que ella dice se llama amor”. Este creer en la mujer lo diferencia Laurent de creerla a la mujer, lo que implicaría ubicarla en el lugar de la mujer que no existe fijándola en el lugar del Superyo, con los efectos devastadores que esta localización conlleva para ambos.
Podemos pensar entonces, desde el psicoanálisis lacaniano, que un encuentro entre dos sexos ubicados en posición masculina y posición femenina, encuentro este siempre contingente, que daría lugar a un lazo entre ambos estaría posibilitado a partir de la concepción del partenaire síntoma, es decir desde la manera singular de cada uno de gozar más allá del tú eres de la nominación, del narcisismo o del goce de cada cuerpo que determina el aislamiento. Un lazo posibilitado por el modo particular que cada sujeto tiene de gozar, goce al que nos advierte Jacques A. Miller, “primero hay que ponerlo en condiciones, peinarlo…. vestirlo, explicarle los buenos modales”. Recorrido al que nos invita la experiencia de un análisis.
Patricia Soto
Instituto Oscar Masotta
CID Sgo del Estero
Lacan, J. Seminario Aún. Paidós. Buenos Aires. 1985.
Miller, J.A. De la naturaleza de los semblantes. Paidós. 2002.
Miller, J.-A, El Otro que no existe y sus comités de ética, Paidós, 2005, Bs. As.
Alejandra Glaze y Leticia Acevedo (compiladoras) No locas-del-Todo. Grama 2012
* Publicado el Comunicarnos. Boletín Oficial del Colegio de Psicólogos de Santiago del Estero. Año XI Nº 11. Octubre 2012